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Mi héroe: Wangari Maathai

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Siempre radiante Wangari Maathai es Premio Nobel de la Paz 2004. Nacida en Kenia en 1940, fundó el Green Belt Movement (Cinturón verde) en 1977, plantando más de 30 millones de árboles en Africa, lo que le valió el apodo de Tree Woman (Mujer Árbol).

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La doctora Maathai estudió Ciencias en Norte America y luego hizo un Doctorado en el tema en la Universidad de Nairobi, donde llegó a ser Decana de la Facultad de Ciencias. Hoy es Ministra de Medio Ambiente y Recursos Naturales además de haber sido elegida como la primera mujer presidenta del Consejo Económico, Social y Cultural de la Unión Africana. El año 2002 fue elegida Miembro del Parlamento con una mayoría del 98%.

Cuando obtuvo el Premio Nobel de la Paz, dijo sentirse sorprendida de que alguien en el mundo supiera lo que ella estaba haciendo y que el premio le correspondía realmente a los cientos de mujeres africanas que habían plantado los árboles para frenar la erosión de Kenia y la contaminación de las aguas.

El valor de la Doctora la llevó varias veces a prisión en los años 80, por abogar contra la corrupción de los partidos y de las políticas tribales. Hoy es una figura reconocida en el mundo y su influencia ha cambiado las leyes de muchos países africanos. Gracias a ella se salvó el Parque Nacional Uhuru, en Nairobi, donde se planeaban construir un complejo urbanístico y se han reforestado más de 15 países africanos.

“La gente me pregunta con frecuencia porqué no tenía miedo. La mejor manera que tengo para explicarlo es decir que yo no proyecto el miedo. Si tú te mantienes concentrada en lo que quieres obtener, entonces, en efecto, irás exactamente al lugar donde mucha gente no se atrevería a ir.” “No es que sea valiente o que no vea las consecuencias, sino que al no proyectarlo, yo no adopto el miedo que con tanta frecuencia nos frena al perseguir nuestras metas.”

El programa creado por Wangari Maathai profesa que la simple idea de plantar árboles mejora la calidad de vida. Su combinación entre el desarrollo comunitario y la protección ambiental la hace un verdadero emblema del desarrollo sostenible y uno fácil de imitar porque la idea es simple y concreta.

Dicen que en esta vida cada uno debería escribir un libro, tener un hijo y plantar un árbol, con esta pauta no suena muy difícil el camino a la realización. En la conciencia actual además, con respecto a los bonos de carbono, una de las soluciones es traducir la cantidad de kilómetros que hacemos en auto o avión a su equivalente en árboles plantados. Hay tiempo y hay espacio, especialmente en Latinoamérica, entonces para las celebraciones que nos toquen podemos partir por regalar un árbol.

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