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Vertederos, devolver a la naturaleza lo que es suyo

Durante el final de los años sesenta y principios de los setenta, España estaba en plena transformación social, económica y territorial, un hecho que se hizo patente en las grandes áreas metropolitanas como Barcelona y Madrid.

Los cambios en la actividad productiva, el aumento poblacional y la modificación de las pautas y de los hábitos de consumo de los ciudadanos, hace que la basura empiece a suponer un problema para el cual hay que encontrar nuevos tratamientos. No sin polémica (y tampoco sin capacidad para discutirlo -recordemos que aún estábamos bajo régimen franquista), se abren los vertederos de Rivas (Madrid) en 1967 y el Garraf (Barcelona) en 1974.

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Han pasado 30 años. Evidentemente, sigue habiendo basura que tratar, pero la situación empezó a ser insostenible cuando las ciudades que albergaban los vertederos empezaron a crecer y éstos ya no estaban en las afueras, sino que pasaron a formar parte del día a día de catalanes y madrileños. Además de estar sobresaturados y quedar obsoletos, existen otras prácticas de gestión y tratamiento de residuos que, por fortuna, se han consolidado, permitiendo la clausura y la readecuación de ambos espacios.

La zona de Rivas ha quedado descontaminada después de cinco años de trabajo y 26 millones de euros. Se ha reforestado con un millar de pinos y a sus faldas han quedado instalados el nuevo recinto ferial y un auditorio al aire libre para 12.000 espectadores, que lleva el nombre del ilustre rockero español Miguel Ríos.

Por otra parte, el proceso de restauración del vertedero del Garraf empezó en 2001, aunque éste no se clausuró definitivamente hasta el 2006. La restauración de un vertedero no es fácil y, de hecho, aún sigue en marcha (se estima que durante este año se termine, aunque la recuperación total del espacio aún durará años).

La complejidad del proyecto hizo que se contara con un equipo pluridisciplinar liderado por el estudio Batlle i Roig Arquitectes, que se propusieron la integración del depósito en el ámbito del parque natural del Garraf, donde se encuentra ubicado. Para ello, la propuesta se basa en la disposición de terrazas, que continúan el paisaje de mosaicos agroforestales cercanos, y que se adecúan a las necesidades técnicas de clausura, sellado y de revalorización energética del biogas procedente de los residuos enterrados aún activos.

El proceso de implantación de la vegetación se realiza a partir de especies autóctonas muy resistentes, de pocas necesidades hídricas y adaptadas al medio. La plantación se organiza en estructuras vegetales vinculadas a la forma topográfica de las terrazas y a la sucesión y desarrollo de los ecosistemas primarios naturales. Los sistemas de drenaje permiten conducir las aguas de lluvia hacia los depósitos de reserva, permitiendo el riego en las épocas estivales. La formalización de las diversas terrazas ha permitido establecer un sendero que recorrerá todo el espacio restaurado cruzando los distintos campos y subiendo a través de los diversos bancales, conectando con el parque natural.

Por este proyecto, los arquitectos fueron galardonados con uno de los premios que concedió el 1st World Architecture Festival (2008) porque, según el jurado, la recuperación del vertedero del Garraf representa un ejemplo perfecto de cómo puede devolvérsele la vida a una naturaleza muerta y convertir los residuos en una bonita obra de arquitectura paisajística.

Por Jon Marín, profesor e investigador en la Escuela Superior de Diseño ESDi (Barcelona).

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