Hace unos días una amiga me comentó un suceso propio del realismo mágico que pasó en su barrio de Peñalolén. La perra de un vecino quedó preñada y le salieron unos ocho perritos del vientre. Al no poder regalarlos, la familia rápidamente tomó la decisión de abandonar a la perra con sus cachorros y todo, así que los subieron a todos al auto y en algún punto entre La Florida y Puente Alto, hacia la cordillera, los dejaron a todos abandonados. (Los datos del lugar del abandono fueron proporcionados por la familia misma a mi informante).
Un par de semanas después, y para la sorpresa de la familia y de todo el barrio, apareció la perra caminando por Avenida Grecia con sus ocho cachorros, y se instalaron en la puerta de su antigua casa a esperar a los humanos que antaño los cuidaban. Al llegar, la familia, que desde que los abandonó dejó de considerarlos “suyos”, decidió ignorarlos, no dejándolos entrar a su hogar ni preocupándose por su alimentación ni hidratación.
En el mismo barrio, a sólo unas casas de ahí, vive un perro llamado Duque. En la casa vive una familia completa, es decir el papá, la mamá, tres hijos, la abuela y un tío. Siete personas. Duque vive en el patio de atrás amarrado a un árbol con una cadena de 1 metro; sobre la tierra se ve un plato de comida (pellet, le dicen) y un sucio y manchado pocillo con agua. La cadena del perro le permite reposar en una casa para perros, pero con la cabeza afuera.
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Yo conozco este perro desde que conozco el barrio, hace unos tres años, y lo veía observar a la gente que pasaba por afuera de la reja, que tenía unos arbustos inaccesibles para él, pero que hacían a la escena menos chocante. Hace unos meses la familia tomó la determinación de ampliar su casa y entre las remodelaciones estuvo cambiar esa reja por una pared, no sé si para que nadie vea al perro o de puro insensatos, pero quitándole a Duque la única entretención que tenía.
Alguien, que se niega a darse a conocer, llamó a la municipalidad de Peñalolén y a Carabineros de Chile, haciendo simultáneamente una denuncia de maltrato y una de abandono. Efectivos de ambos organismos se acercaron a las casas de los responsables y sostuvieron conversaciones con los dueños de casa. Pero duque sigue encerrado y amarrado, mientras que los ocho cachorros con su madre se instalaron en la plaza de la villa y son alimentados esporádicamente por unos u otros vecinos del barrio.
Personalmente me parece incomprensible la actitud de muchas personas respecto al trato que le dan a sus mascotas. No tiene sentido mantener un perro alimentado y tenerlo amarrado todo el día, y es absolutamente inconsecuente cuidar a un animal durante años, no esterilizarlo, y abandonarlo cuando tiene crías.