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El amor por las mascotas

Las mascotas son como hijos o hermanos, pero nunca crecen. Lenin Cardozo nos cuenta su opinión.

Quien desarrolla amor por las mascotas, ha descubierto uno de los sentimientos más puro asociado a los afectos. Es adaptar a otro ser y adaptarse a convivir con una especie distinta a la humana. Conexión sin idiomas e intuitiva. Son eternos afectos que nos profesan, incondicionales y absolutos. Desde la perspectiva humana, son los niños que nunca crecen, desde la perspectiva de las mascotas, a lo mejor, somos los eternos amigos para jugar y acompañarnos.
Ellas (las mascotas) no entienden de pasado ni futuro, solo viven y disfrutan del presente con quienes les brindan protección. Presente, donde la emoción principal es esperarnos, recibirnos, buscar nuestra mirada y segundos de atención. La espera puede ser de horas o de décadas, pero siempre nos esperan. Y si no llegamos, hasta el último día de su existencia, mantienen el dolor por la ausencia y la esperanza de volvernos a ver.
En la Ilíada, Argos el perro de Ulises, lo reconoció después de 20 años, y en la emoción muere del corazón. La fábula se hace realidad cuando conocemos la historia de Hachikó, el perro Japonés de Odate, que esperó todas las tardes por diez años a la entrada de la estación de tren de Shibuya a su amo fallecido, hasta que le sobrevino la muerte.
Egilda Parra, investigadora de “Creencias de las no ciencias”, cuenta que en algunas culturas se piensa que al morir los humanos, quienes los reciben, en esa otra etapa, son las mascotas que tuvieron y que cumplieron su ciclo de vida bajo la protección de esas personas y en agradecimiento a ese tiempo, van a su encuentro a darle la bienvenida. El simbolismo de lo que significan las mascotas, en muchas latitudes, no es gratuito. Una buena parte de la historia de la humanidad da cuenta de ello.
En el presente hay pueblos en Asia en los que, al morir sus dueños, sacrifican a las mascotas para evitarles el dolor de la ausencia. Afortunamente en Occidente, esas prácticas no existen, pero lo que sí es cierto, es que muchos de estos indefensos animales quedan totalmente desprotegidos en la ausencia por muerte de sus protectores.
Las mascotas, entre muchas de sus bondades,  se integran fácilmente a la familia o se adaptan a las soledades de sus amos. Estimulan el sentimiento de compañía, confianza y seguridad. La sola interacción con ellos nos distrae y elimina el stress. Estos singulares animales, poco entienden de decepciones, depresiones o de nuestra cosmo visión, pero sienten o perciben lo que sucede. Su intuición les da la capacidad de detectar el peligro y alertar. Y si de grandes peligros tenemos que hacer referencia, con las mascotas nos libramos de ser víctimas de instintos típicamente humanos como la envidia, soberbia, venganza, crueldad, odio, entre muchos otros. Razón tenía el poeta ingles Lord Byron al sentenciar: “Cuanto más conozco a los hombres, más quiero a mi perro”.
Si aún no han tenido la oportunidad descubrir el mundo de las mascotas, están a tiempo. Dele a su vida ese privilegio.
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