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Whole Foods: Orgánicamente rico

Nuestro colaborador Guillermo Scott nos cuenta su experiencia personal con la comida orgánica en viaje a Nueva York.

Desde que soy chico que una de las cosas que más me gustan en la vida es ir al supermercado. Como me gusta comer y cocinar, ir de compras es toda una experiencia y como muchos de ustedes he visto la evolución que han tenido los supermercados locales en los últimos 15 años. Como la variedad de alimentos ha ido creciendo, las fusiones de las grandes cadenas del rubro nos da la posibilidad de encontrar productos que antes no se veían en Chile.

Aunque los grandes hipermercados son los que están más masificados y son el caballito de batalla de la industria, existe un nueva tendencia de supermercados que afuera está cambiando la forma de consumir alimentos y comprarlos. El caso más emblemático es la cadena Whole Foods.

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A 30 años de la apertura del primer local en Texas, hoy la cadena está repartida de costa a costa en los Estados Unidos y también cuentan con locales en Canadá e Inglaterra. La fórmula del éxito han sido los productos orgánicos certificados por la FDA que se venden en los locales y que cubren todas las categorías de un supermercado normal.

Hace dos semanas estuve en Nueva York y una de mis paradas obligadas era pasar por Whole Foods y la realidad superó completamente mis expectativas. Al entrar lo primero que vi fue el pasillo de la fruta y tengo que decir que se me infló un poco el pecho al ver como un gran porcentaje de estas provenía de nuestros campos. Me enteré de que la fruta era chilena, ya que cada producto tiene un cartelito en donde sale toda la información necesaria para los estrictos consumidores gringos: Lugar donde fue cosechado, certificación orgánica y huella de carbono. Estos datos se ven en todas las hortalizas que se venden, como también en los otros productos.

La gran sorpresa me la llevé con la comida preparada, un verdadero lujo. El sistema de autoservicio funciona a la perfección. Como el día que fui llovía, las sopas eran las favoritas de la gente (todas elaboradas con productos orgánicos obviamente) las que podías llevarte en envases reciclables y biodegradables.

Como yo soy de contextura gruesa -por no decir gordo- me incliné por los sánguches. Tengo que decir que todos se veían increíbles y me fue muy difícil poder elegir uno así que elegí él con mayor cantidad de carne posible. La señorita que atendía me explicó lo que estaba comiendo.

El pan provenía de sus proveedores que cultivan el trigo de forma orgánica y que el jamón, el pastrami, el tocino y el queso de mi sándwich provenían de vacas 100 % grass fed (alimentadas exclusivamente de pasto) las verduritas también eran libres de transgénicos y pesticidas. El precio total fue de 4.500 pesos, lo que no encontré tan caro debido al porte -era grande– y obviamente por ser complemente orgánico, algo que yo no había comido nunca.

También compré una bandeja de sushi, el cuál había sido preparado esa misma mañana con pescados y camarones producidos por ellos mismos bajo sus estándares de calidad y certificación. Tengo que decir que ambos productos estaban muy buenos y que el sándwich está dentro de mis top 5 personal.

Aunque el mercado orgánico en Chile todavía está en pañales y el alimentarse con conciencia medioambiental todavía no es una costumbre masiva, solo nos queda esperar que algún día esta cadena llegue a Chile a satisfacer las necesidades de este grupo de consumidores que crece día a día. Yo apuesto a que es cosa de tiempo, ya que la onda verde se está expandiendo por todo el mundo a un ritmo imparable.

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