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La cara oculta de las Maldivas

Gruesas columnas de humo se elevan desde la pequeña isla y desaparecen en el brillante Océano Índico. Thilafushi es un gigantesco vertedero flotante cuya basura arde. Es una mancha, un ojo negro en un idílico archipiélago de 1.200 islas, aguas cristalinas y floreciente turismo.

Gruesas columnas de humo se elevan desde la pequeña isla y desaparecen en el brillante Océano Índico. Thilafushi es un gigantesco vertedero flotante cuya basura arde. Es una mancha, un ojo negro en el idílico archipiélago de 1.200 islas, aguas cristalinas y floreciente turismo.

Caminar alrededor de Thilafushi es algo infernal. Para protegerse de las emanaciones tóxicas la gente debe usar bufandas sobre el rostro y el peligro de accidentes al escalar las montañas de basura es muy alto. Detrás de los bloques y muros de hormigón se pueden ver montones de botellas de plástico y a los camiones de basura, amparados por una venenosa niebla, descargar su carga.

Thilafushi es la cara oculta de las Maldivas, es el precio a pagar por el paraíso. Una isla creada en 1992 -el mismo año de la Cumbre de la Tierra- en una laguna artificial, que primero sirvió como deposito de los desperdicios para Malé, la capital donde un tercio de la población de las Maldivas vive y que se ubica a media hora de la isla de basura.

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Tras veinte años, el tamaño de la isla ha aumentado casi tanto como la industria turística. Unos 850.000 visitantes en 2011 -además de la población local- producen una gran cantidad de residuos.

La basura de las Maldivas está destinada a terminar en Thilafushi, aunque muchos desechos se pierden en el mar camino a la isla. De forma regular, muchos barcos transportan los desperdicios desde alguna de las cientos de islas cercanas donde se ubican los balnearios a Thilafushi. Según estadísticas locales, un turista produce 3,5 kilogramos de basura al día, más del doble que un habitante de Malé y cinco veces más que alguien del resto del archipiélago. En total, se tratan de unas 300 ó 400 toneladas de basura que llegan a la isla de Thilafushi cada día, indica el director de administración de la Corporación Thilafushi, Shina Ahmed. Esta es la agencia gubernamental encargada de manejar la isla-vertedero.

Para Bluepeace, el principal movimiento ecológico de las Maldivas, “Thilafushi es una bomba tóxica en el océano”. Para ganar espacio en la isla, una gran parte de las basura  se entierra, lo que conlleva peligrosas consecuencias. Si los productos tóxicos como el mercurio, plomo o asbestos se filtran al mar, se tendrán dramáticos efectos sobre el medio ambiente submarino y se teme que estos productos lleguen así a la cadena alimentaria si llegan a ser ingeridos por la fauna local.

Cuando la basura no se entierra, se quema a cielo abierto (debido a la falta de incineradores) produciendo un humo asqueroso. Si el viento sopla desde el oeste, la mayoría de los oficinistas tendrán dolor de cabeza. Al estar tan cerca de la capital, sus habitantes son probablemente los más expuestos a los efectos del humo, pero como se carece de estudios y seguimiento de casos, nadie sabe cuáles son sus consecuencias en la salud pública. “Hay efectos evidentes: existe un número creciente de quejas pulmonares en Malé”, señala Ahmed Murthaza, jefe del departamento de Gestión de Residuos de la Agencia de Protección Ambiental de Maldivas (EPA).

La bomba de tiempo en que se convirtió Thilafushi se suma a los problemas ecológicos ya existentes en las Maldivas. El archipiélago de las Maldivas está a menos de un metro sobre el nivel del mar, lo que lo convierte en uno de los países más amenazados del mundo junto con las Islas-Naciones del Pacífico Sur.

La acidificación del agua, provocada por las actividades humanas, tiene consecuencias dramáticas en los corales, los cuales son necesarios para construir los arrecifes y, eventualmente, nuevas islas.

Las autoridades maldivas se encuentran en plena lucha para reducir al mínimo los efectos tóxicos de Thilafushi. Una nueva ley planea limitar los tipos de basura destinados a la combustión: “Sólo material orgánico”, indica Ahmed Murthaza. Al mismo tiempo, las Maldivas ha comenzado a exportar sus residuos reciclables, principalmente hierro y plástico, a China, Malasia y la vecina India.

De hecho, la basura se ha transformado en la segunda exportación del archipiélago, justo después de la industria pesquera.

Fuente: MALDIVES: IDYLLIC ARCHIPELAGO’S UNPRECEDENTED FLOATING TRASH DUMP (Le Monde vía Worldcrunch)

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