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S.O.S., delfines en problemas

Estas matanzas, no sólo amenazan la conservación de especies o poblaciones completas de delfines, sino que además ponen en grave riesgo la salud de los consumidores de los productos obtenidos.

Los delfines necesitan nuestra ayuda. Ese fue el mensaje que el pasado 31 de agosto realizaron miles de personas frente a las embajadas de Japón en más de noventa ciudades del mundo, en rechazo a la matanza anual de más de 20 mil pequeños cetáceos (delfines y marsopas) en las costas de esta nación asiática.

Los pescadores de Taiji (Japón), saben que los delfines navegan frente a sus costas durante este periodo del año y aprovechan este conocimiento para localizar y posteriormente “arrear” a grupos completos de animales hacia la costa para luego asesinarlos brutalmente. En 2010 el manto secreto detrás de estas matanzas fue descubierto tras las exhibición mundial del galardonado documental “La Ensenada”, el cual mostró por primera vez la crueldad, sufrimiento y agonía de los delfines involucrados en este tipo de capturas. La indignación mundial no se hizo esperar, y desde entonces un creciente movimiento mundial aboga por el cierre de estas matanzas, las cuales no sólo amenazan la conservación de especies o poblaciones completas de delfines, sino que además ponen en grave riesgo la salud de los consumidores de los productos obtenidos.

Pero los pequeños cetáceos en Japón no son los únicos que están en problemas. En lo que va del año, más de 600 delfines calderón, popularmente conocidos como ballenas piloto, han sido asesinados en las Islas Faroe como parte de una “tradición” milenaria conocida como grindadráp. Al igual que en Japón, los delfines son arreados por embarcaciones hacia la costa, donde encuentran una horrorosa muerte por degollamiento que no respeta hembras preñadas, madres lactantes ni crías. También como en Japón, la distribución y comercialización de la carne y productos obtenidos amenaza severamente la salud de los consumidores. El riesgo es tan alto que la carne de delfín ha sido catalogada como no apta para el consumo humano por las mismas autoridades sanitarias de las Islas Faroe.

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Una suerte diferente pero no menos trágica sufren un número indeterminado de delfines que son capturados desde la vida silvestre para abastecer la industria del cautiverio de cetáceos. Algunos de ellos son sobrevivientes de masacres como las de Taiji, quienes tras presenciar la violenta y sangrienta matanza de sus familiares, son condenados a perder su libertad para convertirse en perpetuos esclavos que terminan reducidos a tristes caricaturas de sus hermanos silvestres.

El carisma de los delfines, su eterna sonrisa y el desconocimiento general de los humanos sobre la realidad detrás de la industria del cautiverio de cetáceos, resultan en un lucrativo negocio que podría convertirse en una creciente amenaza para la conservación de especies y poblaciones. Lugares como Islas Salomón se están convirtiendo rápidamente en centros de exportación de delfines, levantando preocupación mundial sobre el aumento del tráfico comercial de delfines vivos y su impacto sobre las poblaciones impactadas.

A pesar de todo, el futuro de los delfines podría ser prometedor. Al creciente rechazo mundial por las matanzas anuales se suma el debate ético sobre los derechos de estos mamíferos marinos y la necesidad de reconocerlos como personas no humanas con derecho a la vida y la libertad. Un debate que no está limitado, como algunos creerían, a grupos de conservación o derecho animal, sino que fue impulsado en marzo pasado por prestigiosos científicos mundiales en el marco de la conferencia anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia.

Las discusiones éticas tampoco se limitan al derecho a la vida de los cetáceos. La salud de los consumidores de productos de cetáceos también es materia de debate y preocupación de la comunidad internacional. En julio pasado los miembros de la Comisión Ballenera Internacional aprobaron por consenso una resolución que llama a los gobiernos a informar a los consumidores sobre los efectos del consumo de carne y productos de cetáceos, así como a adoptar medidas para contrarrestar cualquier efecto negativo.

Por otra parte, la iniciativa para consolidar un marco legal para la protección de todas las especies de cetáceos altamente migratorias – liderada por Mónaco y apoyada por los países de la región latinoamericana que forman parte de la CBI – podría constituirse en una sólida una base para avanzar hacia la adopción de medidas que protejan de manera efectiva a los delfines y las marsopas de matanzas y capturas de ejemplares vivos.

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