El amor paternal no es algo único de los humanos. Los animales cuidan y protegen a sus hijos con uñas y dientes, literalmente.
Una especie de anfibios africanos dejan que sus hijos coman parte de su piel, sacándola con sus pequeños dientes, para tener los nutrientes suficientes para el sufrimiento.
Los pulpos colocan unos 50 mil huevos, que tardan unos 40 días en eclosionar, tiempo durante el cual la madre está cerca, protegiéndolo de los depredadores, mientras que “sopla” suavemente corrientes de agua sobre ellos para suministrarles oxígeno. Esta función le impide capturar presas para alimentarse, de modo que la mamá pulpo poco después que los huevos eclosionan en la mayoría de los casos muere.
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Las osas polares buscan un refugio para dar a luz a una o dos crías. Durante todo el periodo de crianza, las madres no comen nada, sino que viven de la grasa que han acumulado en su cuerpo durante el invierno, mientras que los cachorros se alimentan de la leche materna. Esto ocasiona en las madres una fuerte pérdida de peso, que deben recuperar durante el verano.
Las madres elefante marino comen mucho durante los 11 meses de gestación, ya que, cuando dan a luz a su única cría de color negro y unos 35 kg. de peso, la alimentará con una leche tan grasosa que les hace engordar hasta 4,5 kg. al día, pero la madre no se alimenta durante este tiempo, por lo que al final del periodo puede haber perdido más de 130 kg.
Las hembras de las aves Cálao de Sulawesi hacen nidos en los agujeros de los árboles y, para evitar que los lagartos le coman los huevos, tapan la entrada con sus propias heces. Las mamá cálao permanecerá en su agujero durante el período de incubación de 2 meses, soportando el olor y sin alimento.
Otra especie de cucarachas guarda a sus crías bajo sus alas cuando son pequeñas, y deja que coman de su propia sangre hasta que sean mayores y puedan salir de allí y conseguir alimento.
Puede que algunos digan que es el instinto para preservar la especie, pero yo estoy segura de que es amor.