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Vivir en Moscú no es fácil

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(cc) mikelopoulos

El pasado jueves 22 la ciudad de Moscú experimentó su día más cálido en los últimos treinta años. Esto, cuando los termómetros llegaron a los 35 grados Celsius y obligaron a los moscovitas a dejar sus labores habituales y refugiarse en parques, piletas y piscinas públicas.

Sin embargo, estas altas temperaturas han causado muchos más problemas que la poca normalidad en las jornadas laborales de la capital rusa. Entre los principales inconvenientes de este caluroso verano se cuentan problemas de sobreconsumo eléctrico y aglomeraciones de pacientes afectados por el calor en servicios de urgencia.

Según algunas organizaciones ambientalistas como Greenpeace, esta ola de calor –que también se extiende por el resto del territorio ruso e incluso ha llegado hasta la siempre fría Siberia- es una evidencia palpable del calentamiento global que sufre el planeta.

A estas altas temperaturas que se vienen dando desde el mes de junio, se suma una sequía a nivel nacional que ya muchos catalogan como la peor en ciento treinta años y que ha destruido unos nueve millones de hectáreas de cultivos, principalmente destinadas a la producción de granos, lo que proyecta una situación de desabastecimiento para Moscú y otras áreas urbanas rusas durante el próximo invierno.

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