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El Rodeo: Lo peor del 18

Lamentablemente, todavía sigue asistiendo publico a este macabros supuesto deporte e incluso eligiendo “reinas” para el evento.

Aunque personalmente nunca me han gustado muchos las “tradiciones típicamente chilenas”, por encontrarlas falsas, machistas y conservadoras, siempre pensé la gran mayoría de los habitantes de esta tierra estarían en contra del maltrato animal, de las torturas a las que son sometidas las vacas en los rodeos. Sobre todo cuando pensaba en que el rodeo es un “deporte” de la clase alta, me los imaginaba solos en sus medias lunas, golpeando a los novillos y anotándose puntos.

Pero ayer 19 de septiembre, mientras paseaba por las fondas del Estadio Nacional, en Ñuñoa, divisé a lo lejos una medialuna y fui a ver qué pasaba. Lejos lo que me dio más pena fue la gran cantidad de gente que había en el público. Unas 500 ó 600 personas, desde niños hasta ancianos, de rasgos europeos o mapuches, contentos con la competencia, vitoreando a sus competidores favoritos (recuerdos apellidos como Casanova y Cardemil), abucheando a los que no lograban azotar a la vaca contra las paredes del recinto.

La competencia misma es más o menos lenta. Lo primero que hacen los jinetes es obligar a la vaquilla o novillo a dar un par de vueltas por una pedacito de la medialuna, con el único objetivo de cansarlo, después obligarlo a dar una vuelta casi entera al círculo, para finalmente azotarlo contra una zona que está supuestamente acolchada, cosa que a la vaca no le duela tanto (?) el golpe.

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La gente, para mi sorpresa, vitoreaba a los jinetes que lograban “3 puntos buenos”, mientras yo pensaba, con cada golpe recibido de la vaca, qué harían esos señoritos si los obligaran a correr por la tierra y les dieran empujones, azotándolos contra las paredes. Obviamente, y para cualquier ser humano normal, hacer eso significaría torturar a una persona.

Y justamente ese es el problema, que los animales no son personas, entonces para el entendimiento del huaso (del “huaso bruto”) no tienen ni los mismos derechos ni son capaces de sentir lo mismo que las personas. Muchos huasos piensan sinceramente que el animal no sufre, o que por lo menos no sufre mucho.

Personalmente, que estas sesiones de torturas sean una tradición me importa muy poco, y las suspendería rápidamente. Imagino que si no se ha hecho es porque hay huasos con plata y huasos con poder, y diputados y ministros de Estado fanáticos de estos eventos. Y lo que me da pena es que tantas personas asistan como espectadores a las sesiones, cientos y miles de personas a las que no les importa que la vaca sea azotada contra una pared. Realmente lamentable.

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