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21 de septiembre, Día internacional contra el monocultivo de árboles

La plantación de monocultivos destruye la flora local, desplaza poblaciones indígenas y locales, lastima el suelo y los recursos hídricos. Sólo las grandes empresas se benefician con la destrucción de las selvas y hábitats latinoamericanos.

Desde 2004, cada 21 de septiembre se conmemora el Día internacional contra el monocultivo de árboles. Este día se estableció debido a una iniciativa de la “Red contra el Desierto”, un proyecto de la Red Latinoamericana contra los Monocultivos de Árboles (RECOMA). La Red cuenta con 16 países aliados y denuncia el impacto negativo que la plantación masiva de árboles tiene en ciertas regiones.

Plantar árboles está bien, de eso nadie tiene duda. Sin embargo, cuando se destruye la flora nativa para sembrar grandes extensiones de un mismo árbol para su explotación comercial, tenemos un grave problema. Esto sucede en muchos países de Latinoamérica sin que nos enteremos lo mucho que esta actividad lastima nuestros suelos.

En Argentina se ha destruido una enorme porción de selva en la provincia de Misiones para sembrar pinos exóticos. En Corrientes y Entre Ríos, se tiene el mismo problema pero con las plantaciones de eucalipto que sirven para fabricar celulosa. Brasil tiene el mismo problema que Argentina con la industria de la celulosa, ya que sus áreas fértiles se están concentrando en las manos de este sector amenazando la seguridad alimentaria de algunas poblaciones y obstruyendo las actividades de otras.

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Chile ha violado los derechos del pueblo Mapuche con sus plantaciones forestales en sus territorios. El ambiente chileno se ha degradado, ha perdido biodiversidad y ha contaminado con agrotóxicos fuentes de acuíferas que provoca pobreza en poblaciones locales.

En Colombia y Ecuador, las plantaciones de palma aceitera ha destruido el territorio de comunidades indígenas además de incontables violaciones a los derechos humanos de la gente que vive en comunidades aledañas. La plantación de esta palma, la de pinos y eucaliptos ha desplazado poblaciones enteras en ambos países.

Nicaragua, es un caso de éxito de cómo se detuvo la destrucción del hábitat natural para la siembra de palma africana. Al contrario de Nicaragua, en Costa Rica se subsidia la plantación de monocultivos con recursos económicos y permisos para ampliar el área de siembra. A pesar del subsidio, esta actividad no ha rendido los frutos esperados y a 20 años se ha demostrado su fracaso.

Los bosques de Latinoamérica deben conservar su flora natural, apoyemos la inciativa en contra de los monocultivos que contaminan los recursos y violan los derechos de los indígenas y pobladores.

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