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Mi ravotril gatuno…

Tener un gato es una de las experiencias más confusas de la vida.

Mi mamá es profesora de historia, pero nunca ejerció como tal, se dedicó a trabajar desde lo macro en el Ministerio de Educación, estuvo ahí 15 años. Pero como todo en la vida tiene un ciclo, fue desvinculada en el año 2010, luego de que la derecha volviera al poder.

Mi madre, una mujer socialista que siempre luchó por sus ideales, sufrió y lo hizo como nunca, pero una luz de esperanza llegó en forma de trabajo con niños en riesgo social en la Municipalidad de Peñalolén. Ahí conoció muchos casos de violencia, drogadicción y abuso, pero al final del día el sol brillaba otra vez, ya que aportaba con un pequeño grano de arena en la vida de uno de esos niños que por alguna razón muy extraña, han tenido una vida triste y oscura.

Pero ella, siempre luchadora, les daba alegría y ellos se lo retribuían con regalos. Algunas flores, dibujos con colores excéntricos, graffitis, chocolates derretidos e incluso animales. Sí, y es que un día un niño que pasaba sus días acostado en su pieza de 2 por 2 en la población Lo Hermida de Peñalolén, le dio como presente, por todo lo que ella hizo por él, un gatito.

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Así, ese día caluroso y gris, llegó un peludito orejón y huesudo, con pulgas por doquier y ojos llenos de esperanza escondidas en una infección horrible. Llegó en una caja de plancha donde se leía “Somela” y tapado con un trozo de sábana con dibujos infantiles. La historia es que lo miré, lo acaricie con mi mano sudorosa (porque tengo hiperhidrosis), el levantó débilmente su cabecita y me miró. Y así como en las teleseries, el mundo se detuvo, fue un flechazo instantáneo, ahí lo supe, este blanco orejon sería mi perdición por siempre.

Chuchuquinho Toribio es su nombre, pero le decimos “Chuchu”, el primer día en la casa lo llevamos al veterinario, le pusieron 20.000 inyecciones y me dejaron la instrucción de darle leche “Mamistop” y limpiarle sus ojos con agua de té. Nunca he querido tener hijos (apuesto que soy la primera de la familia en tenerlos, solo por decirlo…), pero dicen que esto se parece bastante.

Cada mañana a las 06:00 AM le preparabamos junto a la Pali (mi peor pesadilla) su leche, y yo sagradamente le limpie sus ojos hasta que sanaron y se convirtieron en unos ojos penetrantes y juguetones.

Chuchu creció y se convirtió en una especie de bola de pelo (no gorda, llena de amor), que me atacaba con sus garras y dientes como un juego (la sangre es lo de menos), pero dicen que el amor de madre es así, uno acepta todo sin importar nada.

En mi familia estamos todos locos (somos la mejor familia EVER), así que los remedios abundan, me refiero a esos medicamentos mágicos llamados psicotrópicos, la salvación del pueblo le dicen ahora…la cosa es que Chuchu es tan mágico que funciona mejor que cualquier ravotril o Litio.

A los que tienen TOC, les calma los miedos, a los con depresión, les seca las lágrimas, a los solitarios, los acompaña y a los histéricos y pasionales, los relaja con un leve frote de su peluda humanidad…que tiemblen los laboratorios.

Cuando empecé a trabajar, lo hice en televisión y fue una de las experiencias más aterradoras del mundo, pero el solo pensar que llegaría al final del día y estaría chuchu acostado a los pies de mi cama, causandome un calambre demencial por no poder moverme, me permitía sobrellevarlo.

Y es que este animal llegó no como una mascota, llegó como un salvavidas, un regalo del universo, que me ataca constantemente, pero se lo perdono, porque al final del día es el único, en verdad el único que logra calmar ese miedo atroz a todo lo que me rodea…el único problema es el miedo que me produce el día en que lo pierda o se vaya…y no puedo terminar este post sin agradecerle a mi madre que gracias a su trabajo impecable, nos trajo el regalo más maravilloso de la vida.

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